I have extended with this series of posts dedicated to my childhood, adolescence and youth in Italian lands because I keep an everlasting memory of those beautiful uninhabited beaches practically out of summer where they are full of tourists, those centenary pine forests surrounding them and giving them an environment of splendid and pure nature protected and preserved.

Sardinia and Liguria are two special places in the Italian peninsula. Wonderful from the natural point of view. One more dedicated to relaxation and true rest than the other but equally beautiful and spectacular.

With the possibility of spending a day between two sceneries as dissimilar from each other as beautiful for the very nature they emanate: the sea and the mountains.

There is very little distance between the two. In a couple of hours by car you can go from one to the other.

From enjoying the fresh mountain air, with long walks on endless trails to the unparalleled beauty of its beaches, where a restorative bath allows us to recharge the energy spent on long journeys in the heart of the mountain.

Today I want to close this series of posts with Liguria, the place I hold most dear to my heart in Italy.

With sunsets and sunrises (of which I show you in this post some photos) truly spectacular.

Where the colors of the rainbow are few compared to those we observe when the sun rises or sets.

In the immensity of the sea. In that round sea horizon that allows us to imagine the fear of the ancient sailors when they imagined terrible things of what would happen when that horizon would end.

A horizon that many times I could contemplate from the large window of my apartment on the fifth floor overlooking the sea.

The waves of the sea moving to the rhythm of a gentle breeze.

Or the strong tides that reached the street flooding the pedestrian path during the night to withdraw completely during the day.

Or the thud of the waves hitting the breakwater.

To end my best memories of Italian cuisine: lasagna with pesto with basil from Prá (a suburb of Genoa famous for its cultivation), focaccia with cheese from Recco (a town near Portofino), trophies (a particular type of pasta) a la Genoese, paschal cake, Genoese sweet bread for the end of the year parties and the Carnava bugie, are just some of the many delicacies of Italian cuisine of which I keep the memory, or rather, the unmistakable flavor.

Me he extendido con esta serie de posts dedicados a mi infancia, adolescencia y juventud en tierras italianas porque conservo un recuerdo imperecedero de esas hermosas playas deshabitadas prácticamente fuera del verano donde se llenan de turistas, esos bosques de pinos centenarios rodeándolas y dándoles un entorno de naturaleza esplédida y pura protegida y conservada.

Cerdeña y Liguria son dos lugares especiales en la península italiana. Maravillosos desde el punto de vista natural. Uno más dedicado al relaz y al verdadero reposo que el otro pero igualmente hermosos y espectaculares.

Con la posibilidad de pasar un dia entre dos escenarios tan disímiles entre si como hermosos por la propia naturaleza que emanan: el mar y la montaña.

Hay muy poca distancia entre ambos. En un par de horas en auto se pasa de una a otra.

De disfrutar el aire fresco de la montaña, con largos paseos en interminables senderos hasta la belleza sin igual de sus playas, donde un baño restaurador nos permite recargar las energías gastadas en largas travesías en el corazón mismo de la montaña.

Hoy quiero cerrar esta serie de posts con Liguria, el lugar que más conservo en mi corazón, de Italia.

Con atardecer y amaneceres (de los cuales les muestro en este post algunas fotos) verdaderamente espectacular.

Donde los colores del arco iris son pocos en comparación con los que observamos cuando sale o se pone el sol. En la inmensidad del mar.

En ese horizonte marino redondo que nos permite imaginar el miedo de los antiguos navegantes cuando se imaginaban cosas terribles de lo que sucedería cuando ese horizonte terminaría.

Un horizonte que muchas veces pude contemplar desde el gran ventanal de mi departamento en el quinto piso que daba precisamente al mar.

Las ondas del mar moviéndose al ritmo de una suave brisa.

O las fuertes mareas que llegaban hasta la calle inundando la senda peatonal durante la noche para retirarse completamente durante el dia.

O el ruido sordo de las olas al golpear en la escollera.

Para finalizar mis mejores recuerdos de la cocina italiana: las lasañas al pesto con la albahaca de Prá (barrio periférico de Génova famoso por su cultivo), la focaccia con queso de Recco (localidad cercana a Portofino), las trofias (un tipo particular de pasta) a la genovés, la torta pascualina, el pan dulce genovés para las fiestas de fin de año y las bugie de Carnava, son solo algunas de las tantas delicias de la cocina italiana de las cuales conservo el recuerdo, o mejor dicho, el sabor inconfundible.